lunes, 14 de marzo de 2011

Manos Atadas



Espero cada uno de ustedes esté buscando y creciendo en el Señor, deseo de corazón que estas palabras de Patricia Marroquín de www.especialidadesjuveniles.cl sean de bendición para sus vidas.
Saludos.

Hace un año fuimos golpeados por un terremoto y tsunami, vivimos el dolor de la tragedia y las pérdidas humanas. Hoy vemos con estupor como se repite la escena pero esta vez por el pueblo Japonés, que sufre por el desastre más grande vivido después de la 2° Guerra Mundial... Escenas desgarradoras de dolor, desolación y devastación que ha cobrado la vida de centenares de personas y que tiene a miles tratando de sobrevivir.
Esto me hizo recordar una historia de una pequeña ciudad europea una vez terminada la 2ª Guerra Mundial. La destrucción era total, ruinas y escombros por todos lados. Sus habitantes pusieron manos a la obra y comenzaron a reconstruir lo que un día fueron sus hogares. La situación de la Iglesia local no era distinta, su templo estaba en el suelo y junto con ella, una increíble obra de arte, la famosa estatua de Cristo estaba hecha pedazos, pero un grupo de artistas se reunió para restaurarla.


Llegó el día de la inauguración del nuevo templo con su famosa estatua, todos estaban expectantes y deseaban ver esa obra de arte restaurada. Finalmente llegó el momento en que quitaron el lienzo que la cubría y cuando lo hicieron todos quedaron sorprendidos, ¡el Cristo no tenía sus manos!, en su lugar había una placa que decía:
"Yo no tengo manos, solo puedo contar con las tuyas"...


¡Qué gran responsabilidad! Nuestras manos son extensiones de las manos generosas Jesús, una muestra visible del amor y de la preocupación de Dios en medio de nuestra sociedad. Nuestras manos, movidas por el corazón y la mente de Cristo, son instrumentos de bendición para construir un mundo mejor y causar el impacto que Cristo causó cuando vivió en la tierra.
Manos sin ataduras, libres para hacer el bien.
Manos generosas que dan desinteresadamente.
Manos que acompañan y consuelan a los abatidos
Manos que sirven, ajadas por el trabajo, que limpian heridas, y lavan pies.
Manos fuertes que sostienen a los débiles, defienden al indefenso y cubren a los que tienen frío.
Manos que escriben palabras de aliento y acarician con cariño a los desafortunados.


Manos levantadas al Padre que oran para que los enfermos recobren la vista y los alimentos se multipliquen.
Alguna vez leí que somos un eslabón de la cadena de compasión de Dios, él extendió sus manos a nuestras vidas y hoy nosotros las extendemos a quienes están desesperanzados y viven sin él, para evidenciar que Dios está presente en medio de todo.

"Entonces oí la voz del Señor que decía: --¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Y respondí: --Aquí estoy. ¡Envíame a mí!" Isaías 6:8