lunes, 12 de marzo de 2012

Tiempo para callar.


Tiempo para callar.
Por Patricia Marroquín.

TIEMPO PARA CALLAR

Una de las características del mundo actual, (a causa del vertiginoso crecimiento de la tecnología), es el aumento del nivel sonoro ambiental. La contaminación acústica trae efectos nocivos para nuestra salud, y además de entorpecer la comunicación, tristemente dificulta que nos percatemos de lo sutil, de los sonidos más débiles y suaves. Nuestro cerebro tiende a acostumbrarse a ciertos ruidos y aunque nuestros oídos si escuchan, los obviamos, y no les prestamos atención.
Hay quienes viven "enchufados" a sus aparatos reproductores de música, y otros que por costumbre prendemos la radio o la televisión, (aún sin ponerle atención), como buscando compañía o tal vez para evadir ese "estruendoso-silencio" que nos hace encontrarnos con nosotros mismos y sobre todo con Dios.
"Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios". Sal. 46:10

¡Cómo nos cuesta quedarnos tranquilos, parar todas nuestras actividades, dejar de correr, desconectarnos de todo, quedarnos callados y conocer a Dios! Por lo general lo buscamos en el "ruido", entiéndase en algún culto, seminario, concierto, etc. y no está nada mal que lo hagamos, sin embargo Dios no sólo está en los vientos recios o terremotos. Él busca estar a solas con nosotros, en intimidad, hablarnos en voz bajita, con suaves murmullos, en lugares calmos, más bien solitarios, sin distracciones, para que podamos concentrarnos en él y escuchar su voz.

"Por eso, ahora voy a seducirla: me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura". Os. 2:14

Dios quiere revelarnos su plan en lo secreto, quiere darnos una visión, entregarnos una palabra fresca que nos aliente, nos conforte y renueve nuestras fuerzas para seguir adelante, para esperar y confiar. Para lograrlo, necesitamos librarnos de ruidos contaminantes que perturban y distraen o nos ayudan a evadirnos, sólo así podemos enfrentarnos a Dios y darnos cuenta de aquellas cosas que debemos cambiar.
Debemos entender que no se trata de nosotros, sino de él, es por eso que nos lleva a un lugar apartado de todo y silencioso, a un desierto llamado soledad, pero no con el propósito de hacernos sentir miserables, para escondernos o huir de la realidad. Él usa los desiertos porque sabe que ahí, en la intimidad, oiremos lo que en realidad nos quiere decir y nos interesaremos lo suficiente como para escucharlo y no dejarnos llevar por el ruido que los demás están haciendo (Jer.23:18). Después podemos volver a la rutina diaria con las instrucciones precisas para ponerlas en práctica en nuestra vida.

De hoy en adelante busquemos tiempo para callarnos. No evitemos el silencio y veamos la soledad como una oportunidad única para buscar estar a solas con Dios y escuchar su tierna voz hablándonos por medio de su Espíritu Santo.