martes, 3 de agosto de 2010

¿Cómo estamos por casa?




Hermanos, Dios les bendiga, este devocional es entregado por www.especialidadesjuveniles.cl

¿CÓMO ESTAMOS POR CASA? (por Patricia Marroquin)

Dios por favor: Júzgame, Escudríñame, Pruébame y Examíname.
¡Vaya que hay que ser osado para pedirle semejantes cosas a Dios! Toma en cuenta que a Él no se le va nada. Él sabe todo lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer. No hay forma de esconderle nada. Él conoce nuestro levantar y nuestro acostar...
Pedirle eso al Señor suena un tanto descabellado, algo así como pedirle: - Señor por favor "dame mi merecido", "recuérdame todos los pecados que he cometido", "verifica cómo te puedo fallar una vez más" y "sigue encontrándome más y más fallas".
Sin embargo, eso fue exactamente lo que David, le pidió a Dios en el Salmo 26: 1-3

"Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; He confiado asimismo en Jehová sin titubear. Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. Porque tu misericordia está delante de mis ojos, y ando en tu verdad".

Si hacemos memoria, sabemos que David no fue precisamente un tipo intachable... Hay episodios de su vida por los cuales hoy le catalogaríamos como un carnal, un pecador o de plano un mundano indigno de congregarse dentro de nuestras iglesias. Sin embargo, a pesar de todo Dios le amó entrañablemente y cuando se refiere a él lo califica como un hombre conforme a su corazón, porque fue un hombre que si bien pecó, (como todos nosotros lo hacemos), también se arrepintió de sus pecados y buscó el perdón de Dios, fue restaurado y usado por Él.
Al igual que lo hizo con David, (y muchos otros personajes de la Biblia), Dios no hace acepción de personas, el no tiene hijos favoritos, sus promesas siguen intactas vigentes y su misericordia sigue renovándose día a día para alcanzarnos y mostrándonos su amor y perdón.

David sabía quién era y lo que había hecho, y cuando dice haber vivido en integridad, no se refiere a una vida sin pecado, sino a la relación íntima que tenía con Dios, de su misericordia y del perdón y libertad que obtenía de él cuando le buscaba y era restaurado.
Muchas veces nos sentimos demasiado pecadores, caemos una y otra vez en lo mismo, pensamos que Dios debe estar harto de nuestra necedad y listo para darse por vencido, porque no tenemos remedio.
Esos pensamientos nos desaniman, nos hacen sentir indignos, no aptos para servir a nadie, pésimos cristianos y terminamos por alejarnos de Dios. Pero si en nuestro interior hay arrepentimiento genuino, podemos estar seguros, como lo estaba David, que su amor y sus promesas no han cambiado, sencillamente porque él no cambia y tampoco puede negar su propia palabra, ¡Gloria a Dios por eso!
Dios no sólo perdona nuestros pecados, sino que los borra, no hay prontuario que nos acuse, él se olvida de ellos! (Heb. 8:12). Podemos entonces presentarnos confiados delante de él sabiendo que en Cristo estamos completos, él es nuestro abogado, él nos defiende y nos declara inocentes.

¡Examínanos Señor, queremos andar en tu verdad

No hay comentarios:

Publicar un comentario